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Un viaje en el triciclo Tpack


Enfrentarse a un proceso selectivo siempre tiene algo de doloroso. No en vano quien participa en él se somete al juicio de un jurado que determina el valor de una propuesta preparada, la mayor parte de las veces, con mucho mimo. Ahora que es tiempo de oposiciones y de movimientos en las plazas del funcionariado escribo estas líneas para reflexionar y dotar de valor formativo a un proceso que, de otra manera, tendría que ser entendido solo como un mero trámite de volcado de información. Y como educadora, me niego a dejar de evaluar y aprender de cada una de las actividades en las que participo.
Estas últimas semanas han sido intensas porque al tiempo que cerrábamos muchas de las actividades del curso, he ido he pensado, preparando y finalmente, defendiendo que mi propuesta para el acceso a una plaza como asesora en un centro de innovación y formación del profesorado. La sorpresa ha venido cuando, al publicarse los resultados, he comprobado que mi propuesta ha sido valorada de manera muy diferente por dos jurados distintos. Una diferencia que a nivel numérico se ha traducido en casi dos puntos sobre ocho, algo para lo que me me cuesta encontrar una razón, y sobre todo (a falta de cualquier explicación sobre los errores cometidos) me deja con la sensación de no obtener ningún aprendizaje ni poder realizar ningún proceso de mejora.
El contexto es el siguiente. Me he presentando a dos procesos de selección para lo que he realizado dos defensas, cada una de ellas para acceder a una plazas con un perfil diferente. La defensa consistía en una presentación de no más de 15 minutos para desarrollar un guión de siete puntos. Los restantes 15 minutos podían ser utilizados por el tribunal para realizar preguntas de cara a aclarar todo aquello que se considerará necesario. Las puestos a los que me he presentado han sido:
  • Colaboradora en el ámbito de la digitalización e innovación tecno-pedagógica.
  • Colaboradora en competencias docentes, desarrollo curricular y metodologías y entornos de aprendizaje.
Los resultados ha sido muy diferentes.
  • En la primera la valoración ha sido de 7,94/8 por un tribunal que tras los 15 minutos de defensa el proyecto utilizó los 15 minutos restantes para realizar preguntas con la que aclarar las dudas que se habían generado.
  • En la segunda, la valoración ha sido de 6,17/8 por un tribunal distinto que sólo realizó una pregunta acerca de la propuesta, algo que me sorprendió pero que interpreté como una señal positiva (evidentemente y a la vista de la calificación recibida, se trató de una interpretación errónea)
La realidad es que en ambos casos el resultado me permite acceder a la plaza, pero también es real que la diferencia entre ambas valoraciones me ha creado cierto malestar profesional que es el que me lleva a escribir estas líneas.
¿Y por qué este malestar? Porque la pospuesta-presentación que realicé fue la misma, incluso la segunda y peor valorada mejoraba algunos aspectos que en la primera no habían quedado claros. Pero, ¿cómo es eso de una misma presentación para dos perfiles diferentes? Sencillamente porque utilicé el enfoque TPack para defender tanto mi proyecto como asesora tecno pedagógica en el primer caso y como mi papel de asesora pedagógica-técnica en el segundo. Y para ello diseñé la siguiente presentación en forma de un Freetour en el que las siete paradas se correspondían con los siete puntos indicados en el guión de la convocatoria oficial.

Ante la falta de acceso a las valoraciones realizadas por el jurado y después de dar mil y un vueltas para tratar de encontrar las razones de esta diferencia entre valoraciones, el argumento que más acertado me parece es que en este proceso selectivo, sólo uno de los jurados tenía clara la necesidad de que en los puestos que salían en comisión de servicios, tecnología y metodología caminen de la mano. El otro jurado, probablemente, no encontró apropiada la inclusión (¿intrusión?) de lo digital en unos ámbitos como son las competencias docentes, el desarrollo curricular y metodologías y los entornos de aprendizaje, ámbitos que hasta en educación ahora hemos entendido como muy ajenos o incluso contrarios a la tecnología.
Si esta fuera la razón de la diferencia entre ambas puntuaciones (aunque esto es algo que he de confesar no me consta) de la misma manera que como afirma mi amigo Guillermo Medrano "La tecnología sin pedagogía es cacharreo", creo que tendríamos que acuñar una nueva frase "Para nuestro alumnado, la pedagogía sin tecnología es cotorreo". Y no solo esto, sino que hoy en día la pedagogía sin tecnología corre el riesgo de contribuir al fracaso del alumnado más desfavorecido ya que le cierra la puerta a un ecosistema digital del que como sociedad formamos parte.
Hoy toca tomar una decisión. Entre la dos plazas a las que tengo acceso (porque en ambos casos he superado el proceso selectivo), he decidido quedarme con la de Colaboradora en competencias docentes, desarrollo curricular y metodologías y entornos de aprendizaje. Porque creo que, a día de hoy, es imprescindible que realicemos el salto de la integración a la inclusión de las tecnologías hasta lograr su invisibilidad en el ejercicio pedagógico. Y que, de una vez por todas entendamos que:
  • la competencia digital también forma parte de la competencia docente,
  • el desarrollo curricular y las metodologías no pueden existir fuera de la tecnología y
  • los entornos de aprendizaje son extremadamente reducidos si no incorporan lo virtual.
y ojalá no me equivoque...

Comentarios

  1. Me parece muy acertada tu decisión, interesantes todas las aportaciones que se puedan hacer a la práctica docente. Como bien explicas los procesos selectivos de oposición tienen resultados en muchos casos inexplicables, los tribunales los forman personas con distintos puntos de vista y muy subjetivas.

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