¿Te imaginas que vas a comer a un restaurante y en la carta solo hay un único plato que además es el que le gusta cocinar al chef?
Pues eso es lo que pasan en muchas de nuestras aulas. Los y las docentes tenemos nuestros propios ingredientes (somos “especialistas” en algún área de conocimiento) y, además, estamos convencidos de que nuestra receta es la mejor por lo que, con la mejor intención, obligamos a nuestro alumnado a tomar (muchas veces con la nariz tapada”) ese platillo que no le gusta o es incapaz de tragar, creyendo que lo estamos haciendo en su beneficio. Hace unos días, una compañera del curso, Elena Rico Donovan, comentaba en el foro que para explicar a familias y alumnado su labor educativa ella suele utilizar la metáfora de un restaurante a la carta: cada menú está personalizado a cada cliente. En esa intervención, Elena también nos decía que realizaba su tarea en un “aula especial”, y nos aclaraba que atendía a un número de "comensales" reducido por lo que tenía claro que la tarea de adaptación que realizaba le resultaba más fácil que a los y las docentes que realizan su labor en un aula “ordinaria”.
La imagen que nos compartió Elena me pareció muy potente y sigo profundizando un poco más en ella para referirme a algunos aspectos:
- Por un lado creo que puede ser muy útil para animar a la reflexión sobre la imperiosa necesidad que tenemos de reducir el número de los y las "comensales" del restaurante educativo. Para que este deje de ser un establecimiento de comida basura y empiece a ofrecer a nuestro alumnado un "menú-currículum" variado y saludable adaptado a sus necesidades nutricionales.
- Por otro lado nos puede servir para defender la urgente racionalización del currículo de forma que podamos ofrecer a nuestro alumnado “menús de aprendizaje” de autor o autora, con una selección cuidada de contenidos que nos ayude a evitar la “sobrealimentación” de nuestro alumnado.
- Por último nos ayuda a ser más conscientes de eso que todas las investigaciones certifican, que los seres humanos necesitamos tiempo para escuchar, para leer, para ver, para entender, para asimilar, en definitiva, para aprender. Para ello es imprescindible que los tiempos de la educación se acomoden a los ritmos humanos y tanto docentes como alumnado podamos realizar una cocina más lenta, más cuidada, más “sabrosa”
Hoy que hace casi un mes que se cerraron las aulas ordinarias creo que, además de estos tres aspectos, necesitamos detenernos a pensar en algo que esta experiencia está poniendo en evidencia. Si realmente queremos hablar de un acceso universal a la educación, es imprescindible que también dediquemos un tiempo a pensar sobre cómo hacer para los recursos tecnológicos y la competencia digital realmente formen parte del menú de aprendizaje de la escuela pública.
Soy consciente de que el DUA da salida a todas estas cuestiones por lo que como docentes tenemos que avanzar en este cambio de mirada global que podríamos concretar en las acciones que recojo en esta breve programación docente:
- Contenidos: Adelgazar el currículo
- Metodología: Bajar la ratio y ofrecer una educación lenta
- Recursos: Proporcionar acceso a las tecnologías.
Interesante tu propuesta. A pesar de estar distanciados geográficamente,tenemos la misma problemática; por ello creo que estos tres puntos que propones es indispensable se concretice para todos los confines del mundo, porque es la única solución para lograr el verdadero propósito de la educación: transformar la vida de los hombres y los pueblos.
ResponderEliminar