¿Te imaginas que vas a comer a un restaurante y en la carta solo hay un único plato que además es el que le gusta cocinar al chef? Pues eso es lo que pasan en muchas de nuestras aulas. Los y las docentes tenemos nuestros propios ingredientes (somos “especialistas” en algún área de conocimiento) y, además, estamos convencidos de que nuestra receta es la mejor por lo que, con la mejor intención, obligamos a nuestro alumnado a tomar (muchas veces con la nariz tapada”) ese platillo que no le gusta o es incapaz de tragar, creyendo que lo estamos haciendo en su beneficio. Hace unos días, una compañera del curso, Elena Rico Donovan, comentaba en el foro que para explicar a familias y alumnado su labor educativa ella suele utilizar la metáfora de un restaurante a la carta: cada menú está personalizado a cada cliente. En esa intervención, Elena también nos decía que realizaba su tarea en un “aula especial”, y nos aclaraba que atendía a un número de "comensales" reducido por lo que