En los últimos tiempos parece que la creatividad ha llamado a la puerta de un sistema educativo que hasta no hace mucho se centraba casi exclusivamente en la memorización y repetición literal de los contenidos. Quién no ha escuchado alguna vez hablar de ese profesor que en los exámenes demandaba a su alumnado la reproducción término a término de los apuntes que había dictado en el aula, o de aquella profesora que penalizaba cualquier aporte que “fuera del guión” del libro pudiera realizar un alumno o alumna.
Afortunadamente los tiempos cambian y el siglo XXI nos ha traído algunos aportes interesantes como el sistema de aprendizaje 4C que nos habla la necesidad de desarrollar cuatro habilidades para que el alumnado sea más independiente y esté preparado para una forma de vida cada vez más compleja y cambiante. El pensamiento crítico, la comunicación, la colaboración y la creatividad se cuelan en el aula de la mano de las ya viejas “nuevas tecnologías”. ¿El objetivo? afrontar de manera crítica y colectiva los grandes problemas a los que como sociedad nos enfrentamos para encontrar soluciones creativas que nos permitan avanzar.
¿Pero qué es la creatividad? Aunque la RAE la define como la facultad de crear o la capacidad de creación, hasta hace muy poco las actividades más creativas que se realizaban en la escuela tenían más que ver con la reproducción de modelos preestablecidos que con las estrategias necesarias para el desarrollo mismo del pensamiento creativo.
Hoy en día, afortunadamente, la creatividad ha dejado de ser un atributo casi místico que en una suerte de sorteo mágico “tocaba” a determinados “genios” (normalmente hombres y blancos, dicho sea de paso) y ha encontrado un hueco en una institución en la que, como ya nos dijo en 1994 Jacques Delors en "Los cuatro pilares de la educación" el conocimiento (saber) no puede ni debe desligarse del “saber ser” persona, del “saber convivir” en una comunidad y, por supuesto del “saber hacer”
Para “saber hacer”, o lo que es lo mismo, “saber resolver” un problema dos van a ser los ingredientes imprescindibles en la cocina de la creatividad: por un lado, necesitaremos kilos de curiosidad y por otro una enorme dosis de tolerancia al error. Porque la creatividad no llega de un día para otro. La creatividad se cocina lentamente y a base de mejoras.
Así, si eres docente te invito a que empieces cuanto antes a calcar toda aquello que te parezca interesante (una presentación, una actividad, una tarea…) Este ejercicio te permitirá entender los entresijos de lo que otros docentes están proponiendo a su alumnado. Una vez que hayas dominado la técnica del calcado date permiso de realizar pequeñas interpretaciones o copias de tu referente. Este es el momento de dar rienda suelta a tu curiosidad, buscar otros puntos de vista e investigar formas diferentes de hacer lo mismo... Introduce estas ideas que vas encontrando y “cambia” tu modelo inicial. Disfruta de las transformaciones, de las mezclas imposibles, de los “que pasaría si…”, de los errores, de las rectificaciones, del volver a empezar. Experimenta con la modificación de todo aquello que sea “tuneable” mientras vas adquiriendo cada vez mayor seguridad en lo que estás haciendo. Ten paciencia y sé persistente. Con el tiempo y casi sin ser consciente de ello te darás cuenta de que cada vez estás más cerca y de que el andamiaje cognitivo de estas otras 4 Cs, (Calcar, Copiar, Cambiar y Crear) te permitirá alcanzar la meta de la creatividad.
Este texto es parte del proyecto creado por Ingrid Mosquera y publicado en la revista Magisterio Los 11 elementos clave del aprendizaje activo "Un proyecto vivo y dinámico que va mucho más allá de una mera enumeración de puntos básicos. Se trata de una propuesta, de una declaración de principios que pretende presentarse como un punto de encuentro entre diferentes corrientes educativa"
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